Desde su aparición a finales del siglo XIX, el cine surge como una forma de expresión en donde convergen diversas disciplinas artísticas a las cuales se suma un sofisticado dispositivo tecnológico, haciendo posible el surgimiento de un nuevo medio que dará cuerpo a uno de los lenguajes más complejos, tanto en su formulación como en su producción.
Por su vocación narrativa, una parte importante del lenguaje cinematográfico emana de la dramaturgia teatral, pero utiliza también todas las posibilidades estéticas de la imagen para adentrarse en un vasto territorio de la creación. En este sentido, combina disciplinas muy diversas derivadas de las artes escénicas y de las artes plásticas, así como de la música, para lograr construir elaborados productos fílmicos.
En este crisol de posibilidades la tarea más compleja recae en el Productor Ejecutivo, quien deberá ser capaz de lograr combinar un diverso núcleo de personas provenientes de campos disciplinares heterogéneos, realizando tareas creativas tanto como técnicas, que requieren un alto grado de especialización.
El cine nace a partir del descubrimiento y la experimentación de un lenguaje creado mediante un conjunto de oficios empíricos y artesanales. Sin embargo, muy pronto se comienza a desarrollar un intrincado sistema con un preciso engranaje, abriéndose paso una sofisticada forma de producción industrial que aún impera en el negocio del entretenimiento.
Los sistemas de producción industrial en el cine han potencializado el desarrollo tecnológico de sus procesos, pero al mismo tiempo limitan las posibilidades de experimentación en su expresión debido al riesgo implícito en el resultado final del producto.
No obstante, existen formas alternativas de producción cinematográfica, también conocidas como “producciones independientes”, que han logrado generar películas fuera de un sistema industrializado, impulsadas por motivos que alientan la experimentación en las posibilidades expresivas del lenguaje, fomentando su evolución.
Producir una película dentro de un sistema industrial o fuera de éste, como producción independiente, es cuestión únicamente de escala. La problemática a la que se enfrenta el Productor Ejecutivo será la misma en ambos casos y los procesos que deberá seguir para arribar al producto final son muy similares en esencia. La diferencia estriba en la magnitud o escala de la producción abordada. Los requerimientos y necesidades para su óptima resolución estarán en relación proporcional a su escala.
En la producción cinematográfica, la magnitud que requiere un proceso alternativo o independiente de la industria, es mucho más accesible en término de recursos, a las necesidades que la propia industria demanda para llegar al resultado final en la elaboración de una película.
Ahora más que nunca, el dispositivo tecnológico que hace posible la producción cinematográfica se ha diversificado exponencialmente y cada vez es más accesible para cualquiera que desee acercarse a su creación. No obstante, el lenguaje que lo hace posible no se ha vuelto más sencillo, por el contrario, la dificultad de expresarse a través del cine es uno de los principales retos para la producción de un resultado positivo.
El origen distante del cine como forma de expresión artesanal no ha perdido vigencia, ya que los oficios que permiten su construcción se forjan en el hacer y su evolución como lenguaje descansa principalmente en la experimentación empírica.
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